querer patearle a alguien los dientes,
querer decirle lo más indecente,
bajar de ese punto el puño cerrado.
Mirarle los ojos fríos y sellados,
el temblar de las pestañas ardientes,
pensar que merece el trato inclemente,
gozar ese aura de un ser aterrado.
Oír suspiros cubrir una risa,
un reto que incita a otra patada,
y hacerlo atragantarse un parabrisas.
Romperle en dos pedazos la quijada,
que crea que tú te deshumanizas
y después marcharte, como si nada.
- Carlos Eduardo Silva