Hoy tengo la locura donde tiene que estar:
por dentro.
Ya no solo la miro y la amo
o la aprecio y la contemplo.
No.
Tengo al demonio de la impaciencia
luchando con mi piel,
el polvo en el aire bailándome,
diciéndome cosas que no entiendo,
haciéndome rascarme la cabeza.
Hoy ando como lo que soy:
una colina de inestabilidad,
un puño en la pared,
un set de nudillos hinchados,
unos ojos semiabiertos y hostiles.
Camino de momento como debo caminar:
interrumpido por un pensamiento
que me hace temblar de rabia;
el deseo saliendo de golpe
de mi cuerpo, como desprendido;
las ansias subiendo y bajando
por mi estómago
hasta explotar en una caricia espinosa
en mi mano derecha.
Esta mañana me baño en gritos de la manera correcta:
bajo el silencio,
tirando los ojos para atrás,
temblando sin control a través de las líneas
de todas las losetas.
Frustraciones
Esa pared que ves ahí
tiene como beso mis nudillos,
tiene mi sangre en las grietas del cemento
y quizás algún residuo de calcio
que la Coca Cola le aflojó.
Son las noches y el cuerpo,
la presión de la luna quizás
o la soledad del televisor prendido
con Netflix; esa desconexión
de la programación en vivo.
Solo sé que mis nudillos
se quedaron interpuestos entre esa pared
y yo. Mis nudillos quietos, rotos,
deformes ya de tanto pensar.
- Carlos Eduardo Silva Velázquez