muere a diario.
Lo ven tirado tras recuerdos
y merodeando melancolía.
Se dispara con nostalgia en la frente,
y ya muerto, busca descoser sus heridas.
Un verdadero suicida no se pinta de rojo
ni sale de noche.
No.
Lo escuchan cantando su vida de bohemio y trotamundos.
Jardinero de espina y rosas sudadas,
frágil y mártir.
Un verdadero suicida sale a la calle
todos los días
- Alvin Miguel Silva Bayona