Querido Ted Mosby,
no seas tan mamao.
Te quiero, te admiro, hasta te
idolatro un poco,
y mis amigos me acusan
de ser como tú.
Pero dejemos claro
que el destino no existe
y el azar es una cosa
más grande que los dos.
Tus coincidencias que no son
casualidades
han sido pre escritas, determinadas
para entretenerme y hacerme
esperar lo esperado,
como es de esperarse.
Pero en esta vida
que yo vivo acá, al otro lado
de tu apartamento en Manhattan, de tu vida
secundaria,
estas cosas que nos pasan
son coincidencias de verdad
y nos trituran los días,
nos rompen la esperanza
y logran su cometido:
hacer que las noches se atraganten
con la repetición netflíxica
de todas tus pendejaces.
Oda a mi profesor favorito
He insultado, en algún momento
de angustia,
tus creencias medio tontas,
tu visión de futuro
tan predeterminada;
pero la verdad es,
mi queridísimo Ted Mosby,
que quiero seguir siendo
como tú.
Eres cool, tu pelo es bastante cool
y te quedan bien las chaquetas
con coderas
(ayer descubrí
que a mí también).
Tus estudiantes te invitan a beber,
conversan contigo
sobre tu miserable vida amorosa,
uno de ellos te dice “bro”
y te evalúan súper bien
en un website ahí de evaluar profesores.
Sabes tanto como
yo quisiera saber
de todo lo que conozco
todavía a medias.
Dices chistes mongos
que a mí me dan risa
y son exactamente
como los que digo yo
y le dan risa a la gente (okay... a algunas personas).
Quiero andar como tú por algún campus futuro,
con ropa casual disfrazada
con el tweed jacket,
un bultito para el lado
y pelo antigravedad
mientras apenas empiezo
la década decadente de los treinta.
Quiero ser como tú, Professor Mosby,
tener un apartamento bien chilin’
y janguear con los mismos panas que tengo ahora
mientras gano un sueldo
a tiempo completo
y mis estudiantes me ven
como una inspiración por ser tan nerd
y coolmente apasionado
por lo que hago.
Pero eso sí, por favor,
no me quiero
casar a los 36.
Oda a How I Met Your Mother
Plantado en esta silla
todas las mañanas, noches,
y muchas madrugadas perdidas
en el insomnio de la incertidumbre,
solo tú –ustedes- han sido el olvido.
Caminar por los cartones de su Nueva York,
ver a Ted luchar con el destino,
a Barney aceptar cada reto que se inventa,
a Marshall ser un pendejo graciosísimo,
a Lily amarlo de todas maneras,
a Robin ponerse más bella cada season;
todo me ha hecho sonreír
de vez en cuando.
Y solo esas sonrisas por cada pun que hacen
me han salvado los llantos
y los gemidos infantiles mirándome al espejo.
Solo tú –ustedes- han logrado infiltrar
mi estómago punzante
cada noche silenciosa
y aliviar por momentos el dolor infinito.
Son siete temporadas que me ofrece Netflix,
cincuenta y siete horas de olvido por dosis,
tres mil cuatrocientos cuarenta minutos
de pura (a veces parcial) enajenación.
Gracias a ustedes sobrevivo
cada pieza de imaginación
que me perfora y estrangula la cabeza
en los momentos más solos de mi soledad.
- Carlos Eduardo Silva