arrastrando en las suelas pedazos de brea rota,
silbándole al mar las ondas del techo.
Alcanzo a preservar lo que sus dedos miran
por encima de los pequeños hombros que no logran ni definirse,
lo mastico bien y lo disfruto como algo saludable.
Yo sería conforme con cada paño que se gastan
en llorar las pobrezas millonarias que poseen,
pero que se lleven consigo los antojos,
la falta de humildad en sus humildes casonas,
no quiero contaminada la tabla de la puerta
con ese desprecio tan inútil que apresura
por la falta suprema de perspicacia y comprensión.
Yo, solo, mecería mis pies junto al agujilla que vive
en los zapatos triunfantes del aluvión que nadie ve,
de la tibieza maternal que inunda los sartenes
llenos de moho y salitre con las pajas del Sol.
Empujarme podría yo mismo a las carencias
que son solo aparentes en la tenebrosidad de los callejones,
que no son carencias nada,
son espacios para llenar con lo que ya tienen encima:
hojas ciegas, muertos, arena consumada.
- Carlos Eduardo Silva
(poema ganador del Certamen Literario de la Universidad Politécnica de Puerto Rico 2012)