Todo pasa en la vida transitoria
todo muere en el alma lentamente
lo que forma la dicha del presente
pasa luego al dominio de la historia.
Todo es mentira y deleznable escoria
mentira es todo lo que el hombre siente
mentira es todo lo que el alma ardiente
finge en sus sueños de placer o gloria.
La existencia no es más que una feria
donde a la par vendemos y compramos
todos sumidos en igual miseria
y todos a la par nos engañamos
con lo ideal cubriendo la materia
pero a solas tal vez ¡cuántos giramos!
Bendito sea el diablo, de Luis Llorens Torres (1876-1944)
Bendito sea el Diablo, que me amarra
al rojo de su capa y de su pluma,
y mis sentidos en amor sahúma,
y en fuego de dolor los achicharra.
Brinda una flor en su espumosa jarra
y una mujer surgiendo de la espuma,
que urden el iris de belleza suma
en que se enciende el arco de su garra.
No importa si la flor es venenosa
o es el infierno la mujer hermosa
en cuya tentación he de caer.
Bendito sea el Diablo que me tienta,
si siempre ante mis ojos se presenta
con una flor y en forma de mujer.
Neurosis, de Luis Palés Matos (1898-1959)
Yo no sé si soy sonámbulo o neurótico;
siento algos en el alma, y no son míos...
El ambiente me sofoca, como a exótico
en un pueblo enteramente de judíos.
Vivo en mí y no comprendo; hormigueos
van abriendo filtraciones de erotismo
en mi pecho, y un enjambre de deseos
mancha el cisne de mi estricto misticismo.
Poco a poco de mi juicio van comiendo
y un volcán de efervescencia promoviendo
al tocar de mis recuerdos el tropel;
que se agitan como cuervos plutonianos,
como duendes, como brujas, como enanos
del imperio revoltoso de Luzbel.
II (Un Amor en Nueva York), de Clara Lair (1895-1973)
Y cuando a mí llegaste, ¿de qué hablamos?
¿De las regias auroras tropicales,
cuando tocan a diana los turpiales,
alborozados entre los álamos?
¿O de tus fugas por los mares claros,
cuando el barco más ágil de tu flota
recogió, persiguiendo a una gaviota,
un contrabando de zafiros raros?
Era la sorda tarde oficinesca...
Y al horror de una lámpara grotesca,
te vi cercano, sin visión ni prisma...
Y hablamos de apellidos y deberes...
de lo que tú para los otros eres...
y de lo que no soy yo para mí misma.
Hombre acabado, de Francisco Matos Paoli (1915-2000)
Surge la desazón por dondequiera.
Llamo al extraño y me contesta el viento
imbuido de inútil movimiento
entre los pliegues de una infiel bandera.
La orilla asoma en franca calavera
cuando acepto el fracaso ceniciento.
Y el hastío que clama su portento
destruye toda cima verdadera.
Extemporáneo soy y me aniquilo,
sin trama, sin presencia, sin tranquilo
vaivén de formas. Habla la tristeza.
Porque, con el fervor, no veo nada.
Enmohecida queda toda espada.
Y el odio, tan profético, no cesa.
Nadie sabe lo que ha de ser su vida..., de Félix Franco Oppenheimer (1912-2004)
Nadie sabe lo que ha de ser su vida;
una enorme pared impide al ojo
penetrar el misterio, y el malojo
enmaraña de escoria la embestida.
Nadie sabe cómo ha de ser la herida,
si trapera o mortal para el rastrojo
o feliz redención para el enojo,
o clamor de la tierra prometida.
Nadie sabe... y jamás sabremos nada;
al nacer, niños somos, y morimos,
siendo niños, jugando con la Nada;
Mientras en un sarmiento nos podrimos
las Erinias nos tienden su emboscada
y quedamos tan ciegos cual vinimos.
Don Herminio Avilés tuvo el oro de una época #4, de Andrés Castro Ríos (1942-2006)
Era el bolero un vuelo prisionero,
reinaba la caricia acongojada,
era Sin un Amor como una espada
sirviendo al corazón de carcelero.
Miseria y Sin Remedio mi bolero
bolero aquella noche deseada
con Una copa más de madrugada
y el amor que fingía de escudero.
Usted, mi don Herminio, era culpable,
arcángel de mis noches fugitivas
su música era un puerto memorable.
Van solas todavía pasan vivas
tras su recuerdo vivo y adorable
exhibiendo unas rosas pensativas.
Soneto concreto y consonante (Ahora soy un letrado), de Eladio Torres (1950- )
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#5 (Solo de pasión), de José Luis Vega (1948- )
Penetrarte otra vez, túnel de vida
y mina, aunque secreta, publicada;
penetrarte otra vez, gruta sagrada
y cueva de malezas guarnecida.
Hurgar el antro sin hallar salida
hasta caer al centro de la nada.
Sentir que el alma es la pared rosada
que rozo con la punta estremecida.
Saber que estuve aquí cuando era apenas
amor agazapado, que recuerdo
el hervor de estas aguas de azucenas.
Saber que aunque ando ciego no me pierdo
en este laberinto de cadenas
a donde loco entré y retorno cuerdo.
Soneto a dos voces, de Hjalmar Flax (1942- )
- Quiero brindar en calidad de escombro
por aquellos que fueron mi tormento.
No queda una que no sea esperpento.
Conste, por eso, mi sentido asombro.
Calladamente, por sus nombres, nombro
y evoco a cada una; las reinvento
y revivo en la mente, porque siento
la uña de la muerte sobre el hombro.
- Ese viejo que ves era poeta,
admiradoras tuvo y tuvo amores,
hizo poemas muy conmovedores,
pero hoy apenas se hace la puñeta.
Brinda y no dice su mayor deseo:
salga a chorros la orina y seco el peo.
#20 (Invitación al polvo), de Manuel Ramos Otero (1948-1990)
No digáis que por falta de su bicho
mi verso resplandece hasta que arde
el culo es llamarada por la tarde
de noche, como Dios, vuelve a su nicho.
Si el lector me rechaza por cobarde
por miedo a la verdad es que lo ficho
tentación de poeta es lo entredicho
ignorancia juzgar por puro alarde.
Que no compre mi libro por la fama
para ser en la esquina muy discreto
que hasta muerto mi tumba será cama
una orgía de huesos y esqueleto
apasionado mármol del que ama
bajo el sol y la luna sin secreto.
Yuppies, de Federico Irizarry Natal (1972- )
Érase un hombre a un celular pegado,
érase un figurín superlativo,
érase un yuppie muy formal y altivo,
érase un fleje imberbe bien parado,
era un gabán de mall mal encarado,
érase casi un dólar pensativo,
érase un hierofante ejecutivo,
era Marilyn Manson trajeado,
érase el tecnócrata que naciera,
érase de la moneda un perito,
el montón de tribus de Wall Street era,
érase ese narcisismo infinito,
muchísimo cariz, raíz tan fiera,
que ajeno al sistema fuera delito.
Las sobras, de Javier Ávila (1974- )
El tiempo descartado sin reparo,
la cita cancelada, la estadía
pospuesta cuatro veces, la osadía
de prometernos más cuando era claro
que no quedaba nada que ofrecer.
Las gracias olvidadas, los abrazos
perdidos en el aire, los ocasos
que nunca volveríamos a ver
se han convertido en crueles amuletos
de páginas borradas, de rupturas
y tinteros vacíos, obsoletos
hombres ciegos y calles sin salida.
Son estas inconscientes tachaduras
la fracturada esencia de la vida.
Alegoría necropsicopática, de Carlos Eduardo Silva (1993- )
Te miro mientras como en esta sala
y mastico poco a poco tus pies.
Tan ida y tan visible, tu revés
se me queda en la boca y me regala
un frío sabor a carbón que me cala
por la lengua, los dientes y hasta el mes.
Que cómo sé, si no estás. ¿Cómo crees
que sé que la distancia sabe mala?
Me es más fácil viajar hasta París
que montarme en un carro hasta San Juan
y besarte los nidos de lombriz.
Saboreo entonces en el diván
el umbral preciso de tu nariz
y el mechón negro de las que se van.
Encuentro una penumbra en mi teclado..., de Nicole Yordán (1993- )
Encuentro una penumbra en mi teclado
tambaleando tras el pulso insistente
de aquella afirmación tan incoherente
con la cual más de una vez lo he trabado.
Incluso mi pendrive se ha intentado
suicidar varias veces fútilmente;
su fría capacidad no le desmiente
archivos que en memoria le he guardado.
Mas se cuenta aún común que me asombre
el verde ti-nu-ni-nún que no falla
-la insistencia de facebook con su nombre.
Tres puntitos son la burla en pantalla
de ese rastro impulsivo del que es hombre
que advirtiendo un "Yo te amo" se lo calla.