Sobre las ventajas de hacer el amor en una playa de la costa norte
Hacer el amor muy de verano en una playa del Atlántico
tiene sus contras y sus pros.
La arena raspa, claro, como papel de lija,
pero la noche, si es de noche, es bella aún
y en todas partes auxilia a los amantes.
Siempre se corre el riesgo de que un guardia nos sorprenda.
En ese caso, como dije, pues se corre.
La arena también es delatora,
impregna los zapatos, se mete en los bolsillos,
en los ruedos, en las uñas, unta el pelo,
es algo así como un atisbo de conciencia;
ah, pero el amparo de los vientos circulares
retrasa dulcemente los abismos.
Si sube la marea, puede que nos mojemos las fisuras;
pero qué importa eso, si al final
tienes el agua del Atlántico para lavarte a tu sabor.
Voraces, bien formados escuadrones de mosquitos
nos clavarán con saña sus ponzoñas;
pero al venirte aquí, bajo mis sueños,
en la playa nocturna y desolada,
se te hundirán estrellas en los ojos.
Pondera estas palabras.
De Suite erótica (1974)
Homenaje al teléfono
Antiguamente los amantes
solían saltar las tapias, a veces
resbalar y morir
sin llegar a decir lo deseado.
Enviaban billetes mal seguros
con viejas pesarosas que enredaban
la vida entre sus piernas.
A riesgo de su honor
rondaban calles de lunas embozadas.
Debiera ser más fácil hoy en día:
Uno marca este número precioso
y me llega tu voz casi gratuita
y la disposición rosada de tu oreja...
pero pronto el deseo también viene
del otro lado de la línea oscura
que no puedo saltar
como las tapias
De La naranja entera (1983)
Homenaje al bolero
En materia de amores
nada super una letra de bolero:
una luna que fulge
en el cielo del siglo diecinueve
y un acorde en la cuerda del recuerdo.
La música nos alza y nos deslía,
nos propone un espejo
en los trémolos tiernos de Gilberto Monroig.
En la botica del bolero
sí hay de todo.
Óleo para los celos,
sales para el despecho,
yerba para flotar dos en un lecho.
Uno encuentra su historia
contada en los boleros,
su escena en algún punto del cuadrante.
No en balde cada cual
sintoniza su poco de tristeza
o suelta sus monedas
en oscuras ranuras de nostalgia.
Igual que en los boleros,
en la vida, la dicha siempre es breve.
De Tiempo de bolero (1985)
Dadme el sueño
Dadme el sueño analgésico,
ese país de torres, esa tierra de todos
donde los muertes vuelven y el aire se corrige
más benigno. Dadme el sueño,
ese pariente suave del poema, esa linfa
que escapa entre los dedos,
esa imagen que huye en la mañana
por campos lloviznados de pestañas.
¿A dónde, me pregunto, dónde para
esa clara afluencia de restos y cabezas,
esos trozos hermosos, esos brazos
que nos reconfortaron un segundo en la noche?
¿Qué se hace esa substancia verdadera
mientras acá mentimos la otra realidad?
El cuerpo de la madre, de la amada,
la inmoral alegría, la abundancia
de un óleo de Chagall,
los dones de la muerte anticipados,
¿dónde fueron, si triunfa
mezquino el despertar?
Dadme el sueño, ese mundo enmendado,
ese reino de peces, esa plena
metáfora que todos
tenemos el derecho de habitar.
De Teoría del sueño (1996)
Hacer el amor muy de verano en una playa del Atlántico
tiene sus contras y sus pros.
La arena raspa, claro, como papel de lija,
pero la noche, si es de noche, es bella aún
y en todas partes auxilia a los amantes.
Siempre se corre el riesgo de que un guardia nos sorprenda.
En ese caso, como dije, pues se corre.
La arena también es delatora,
impregna los zapatos, se mete en los bolsillos,
en los ruedos, en las uñas, unta el pelo,
es algo así como un atisbo de conciencia;
ah, pero el amparo de los vientos circulares
retrasa dulcemente los abismos.
Si sube la marea, puede que nos mojemos las fisuras;
pero qué importa eso, si al final
tienes el agua del Atlántico para lavarte a tu sabor.
Voraces, bien formados escuadrones de mosquitos
nos clavarán con saña sus ponzoñas;
pero al venirte aquí, bajo mis sueños,
en la playa nocturna y desolada,
se te hundirán estrellas en los ojos.
Pondera estas palabras.
De Suite erótica (1974)
Homenaje al teléfono
Antiguamente los amantes
solían saltar las tapias, a veces
resbalar y morir
sin llegar a decir lo deseado.
Enviaban billetes mal seguros
con viejas pesarosas que enredaban
la vida entre sus piernas.
A riesgo de su honor
rondaban calles de lunas embozadas.
Debiera ser más fácil hoy en día:
Uno marca este número precioso
y me llega tu voz casi gratuita
y la disposición rosada de tu oreja...
pero pronto el deseo también viene
del otro lado de la línea oscura
que no puedo saltar
como las tapias
De La naranja entera (1983)
Homenaje al bolero
En materia de amores
nada super una letra de bolero:
una luna que fulge
en el cielo del siglo diecinueve
y un acorde en la cuerda del recuerdo.
La música nos alza y nos deslía,
nos propone un espejo
en los trémolos tiernos de Gilberto Monroig.
En la botica del bolero
sí hay de todo.
Óleo para los celos,
sales para el despecho,
yerba para flotar dos en un lecho.
Uno encuentra su historia
contada en los boleros,
su escena en algún punto del cuadrante.
No en balde cada cual
sintoniza su poco de tristeza
o suelta sus monedas
en oscuras ranuras de nostalgia.
Igual que en los boleros,
en la vida, la dicha siempre es breve.
De Tiempo de bolero (1985)
Dadme el sueño
Dadme el sueño analgésico,
ese país de torres, esa tierra de todos
donde los muertes vuelven y el aire se corrige
más benigno. Dadme el sueño,
ese pariente suave del poema, esa linfa
que escapa entre los dedos,
esa imagen que huye en la mañana
por campos lloviznados de pestañas.
¿A dónde, me pregunto, dónde para
esa clara afluencia de restos y cabezas,
esos trozos hermosos, esos brazos
que nos reconfortaron un segundo en la noche?
¿Qué se hace esa substancia verdadera
mientras acá mentimos la otra realidad?
El cuerpo de la madre, de la amada,
la inmoral alegría, la abundancia
de un óleo de Chagall,
los dones de la muerte anticipados,
¿dónde fueron, si triunfa
mezquino el despertar?
Dadme el sueño, ese mundo enmendado,
ese reino de peces, esa plena
metáfora que todos
tenemos el derecho de habitar.
De Teoría del sueño (1996)