Aquella muerta
Aquella muerta me dijo:
- ¿No me conoces?... Pues me debías conocer... Has besado mi pelo en la trenza postiza de la otra.
- Ramón Gómez de la Serna
La llave
Al volver de noche a casa apliqué mi llave y, aunque me costó algún trabajo, logré abrir la puerta.
Al entrar se apagó bruscamente la luz, pero pude ver que aquella casa no era la mía.
No sé cuánto tiempo llevo aquí. Algo viscoso se pega a mi piel.
Un dolor intenso me atraviesa el vientre y los riñones. Hay un olor nauseabundo.
- Antonio Fernández Molin
El vigilante
Que griten. Yo, como si fuese sordo. Que arañen sus elegantes forros de seda. A mí solo me pagan para que vigile esto, no para que cuide de ellos ni para que me quiten el sueño con sus gritos. ¿Que bebo demasiado? No sé qué haría ustedes en mi lugar. Aquí las noches son muy largas... Digo yo que debería tener más cuidado de ellos, no traerlos aquí para que luego estén todo el tiempo gritando, como lobos, créanme. Ahora bien, que griten. Yo, como si fuese sordo. Pero si a alguno se le ocurre aparecer por aquí, lo desbarato y lo mando al infierno de una vez, para que le grite al Demonio... Pero a mí que me dejen. Toda la noche, como les digo. Y tengo que beber para coger el sueño, o si no ya me dirán. Si ellos están sufriendo, si están desesperados, que se aguanten un poco, ¿verdad? Nadie es feliz. Además, lo que les decía: tengan ustedes más cuidado. Porque luego me caen a mí, y ustedes no me pagan para eso, sino para cuidar los jardines y para ahuyentar a los gamberros, ¿no? ¿Qué culpa tengo yo de que los entierren vivos? Y, claro, ellos gritan.
- Felipe Benítez Reyes
Aquella muerta me dijo:
- ¿No me conoces?... Pues me debías conocer... Has besado mi pelo en la trenza postiza de la otra.
- Ramón Gómez de la Serna
La llave
Al volver de noche a casa apliqué mi llave y, aunque me costó algún trabajo, logré abrir la puerta.
Al entrar se apagó bruscamente la luz, pero pude ver que aquella casa no era la mía.
No sé cuánto tiempo llevo aquí. Algo viscoso se pega a mi piel.
Un dolor intenso me atraviesa el vientre y los riñones. Hay un olor nauseabundo.
- Antonio Fernández Molin
El vigilante
Que griten. Yo, como si fuese sordo. Que arañen sus elegantes forros de seda. A mí solo me pagan para que vigile esto, no para que cuide de ellos ni para que me quiten el sueño con sus gritos. ¿Que bebo demasiado? No sé qué haría ustedes en mi lugar. Aquí las noches son muy largas... Digo yo que debería tener más cuidado de ellos, no traerlos aquí para que luego estén todo el tiempo gritando, como lobos, créanme. Ahora bien, que griten. Yo, como si fuese sordo. Pero si a alguno se le ocurre aparecer por aquí, lo desbarato y lo mando al infierno de una vez, para que le grite al Demonio... Pero a mí que me dejen. Toda la noche, como les digo. Y tengo que beber para coger el sueño, o si no ya me dirán. Si ellos están sufriendo, si están desesperados, que se aguanten un poco, ¿verdad? Nadie es feliz. Además, lo que les decía: tengan ustedes más cuidado. Porque luego me caen a mí, y ustedes no me pagan para eso, sino para cuidar los jardines y para ahuyentar a los gamberros, ¿no? ¿Qué culpa tengo yo de que los entierren vivos? Y, claro, ellos gritan.
- Felipe Benítez Reyes