bajo las sillas
nunca ha sabido mentir
ni tan siquiera
cuando lo ha necesitado
para salvar su vida;
de todas formas
siempre guarda otras
-ocho, siete, seis-
para cuando lo abrazan
por momentos prolongados
y necesita morir
una vez más.
Este gato negro
nunca ha sabido lidiar
con los silencios;
eriza la piel de su lomo
y, dependiendo del momento,
saca una mirada
de entre su almacén de óleos
y, con nocturna negrura,
se encorva ante los momentos
de incomodidad.
Este gato a veces lo piensan
erizo,
cien leguas bajo el mar,
y este
a veces
se lo cree
- Anthony Hernández Rivera